AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO Miércoles 24 de Abril de 2024

Legión de las Almas Pequeñas

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 24 de abril de 2024

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Catequesis. Los vicios y las virtudes. 16. La vida de gracia según el Espíritu

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las últimas semanas hemos reflexionado sobre las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Son las cuatro virtudes cardinales. Como hemos subrayado varias veces, estas cuatro virtudes pertenecen a una sabiduría muy antigua, anterior incluso al cristianismo. La honestidad ya se predicaba antes de Cristo como deber cívico, la sabiduría como norma de actuación, el valor como ingrediente fundamental para una vida que tiende al bien y la moderación como medida necesaria para no dejarse arrollar por los excesos. Este patrimonio tan antiguo de la humanidad no ha sido sustituido por el cristianismo, sino enfocado, potenciado, purificado e integrado en la fe.

Existe entonces en el corazón de todo hombre y mujer la capacidad de buscar el bien. El Espíritu Santo se da para que quien lo recibe pueda distinguir claramente el bien del mal, tenga la fuerza de atenerse al bien rehuyendo el mal y al hacerlo alcance la plena realización de la fe.

Pero en el camino que todos estamos haciendo hacia la plenitud de la vida, que pertenece al destino de toda persona – el destino de toda persona es la plenitud, ser plenos, plenos de vida -, el cristiano goza de una asistencia especial del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús esta se concreta en el don de otras tres virtudes, netamente cristianas, que a menudo se mencionan juntas en los escritos del Nuevo Testamento. Estas actitudes fundamentales, que caracterizan la vida de los cristianos, son tres virtudes que nosotros decimos ahora juntos: la fe, la esperanza y la caridad. Digámoslas juntos: la fe, la esperanza y la caridad. ¡No los escucho nada, más fuerte! [juntos] La fe, la esperanza y la caridad. ¡Han estado muy bien! Los escritores cristianos las llamaron pronto «teologales», dado que se reciben y se viven en la relación con Dios, para diferenciarlas de las otras cuatro llamadas «cardinales», puesto que constituyen el «eje» de una vida buena. Las unas y las otras sean las teologales como las cardinales, reunidas en diferentes reflexiones sistemáticas, han compuesto así un maravilloso septenario, que a menudo se contrapone a la lista de los siete pecados capitales. El Catecismo de la Iglesia Católica define la acción de las virtudes teologales, así como la define: «Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Estas tres virtudes informan y vivifican todas las virtudes morales. Estas virtudes son infundidas por Dios en las almas de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano» (n. 1813).

Mientras el riesgo, hablamos de riesgo, es el de generar hombres y mujeres heroicos que hacen el bien, pero todos en resumen actúan solos, aislados, y en cambio el gran don de las virtudes teologales es la existencia vivida en el Espíritu Santo. El cristiano nunca está solo. Hace el bien no por un esfuerzo titánico de compromiso personal, sino que hace el bien porque, como humilde discípulo, camina detrás del Maestro Jesús, Él va adelante en el camino. El cristiano tiene las virtudes teologales que son el gran antídoto contra la autosuficiencia. ¡Cuántas veces ciertos hombres y mujeres moralmente irreprochables corren el riesgo de volverse, presuntuosos y arrogantes, a los ojos de quienes los conocen! Es un peligro del que nos previene bien el Evangelio, donde Jesús recomienda a los discípulos y también a ustedes: «cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: “Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que debíamos'» (Lucas 17:10). La soberbia, la soberbia es un veneno, es un veneno poderoso: me basta una gota para echar a perder toda una vida marcada por el bien. Una persona puede haber realizado innumerables obras buenas, puede haber ganado elogios y alabanzas, pero sí he hecho todo esto sólo para sí misma, para exaltarse así mismo a sí misma, ¿puede considerarse una persona virtuosa? ¡No! ¡no!

El bien no es sólo un fin, sino también un camino. El bien requiere mucha discreción, mucha amabilidad. El bien necesita despojarse sobre todo de esa presencia a veces demasiado dominante que es nuestro ego, nuestro yo. Cuando “yo” estoy al centro de todo, se arruina todo, se arruina todo. Si cada acción que realizamos en la vida la hacemos sólo para nosotros mismos, ¿es realmente tan importante esta motivación? El pobre «yo» se adueña de todo y así nace la soberbia.

Para corregir todas estas situaciones que a veces se vuelven dolorosas, las virtudes teologales son de gran ayuda. Lo son especialmente en los momentos de caída, porque incluso quienes tienen buenas intenciones morales a veces caen. Todos caemos en la vida porque todos somos pecadores. Así como incluso quienes practica la virtud cada día a veces se equivocan – todos nos equivocamos en la vida -: la inteligencia no siempre es lúcida, la voluntad no siempre es firme, las pasiones no siempre se gobiernan, el valor no siempre vence al miedo. Pero si abrimos nuestro corazón al Espíritu Santo – el Maestro interior -, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales: entonces, sí hemos perdido la confianza, Dios nos reabre a la fe con la fuerza del Espíritu, si hemos perdido la confianza. Dios nos reabre a la fe –; si estamos desanimados, Dios despierta en nosotros la esperanza; y si nuestro corazón está endurecido, Dios lo enternece con su amor. Gracias.

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Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de creer, esperar y amar a imitación del Corazón de Cristo, siendo sus testigos en toda circunstancia. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Paz, Alegría y Amor

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Acerca de Almas Pequeñas de Hispanoamérica

Grupo Cristiano Católico que busca el crecimiento espiritual a través de la pequeñez
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